La principal amenaza que pesa desde hace más de 20 años sobre las poblaciones de Ñángaros y cotorras es la captura furtiva de pichones para el comercio de mascotas. En la Isla de Margarita, una tradición local dicta que el regalo que más aprecio y respeto transmite hacia el destinatario es un pichón de Ñángaro o cotorra. Como consecuencia natural, existe un amplio mercado local para mascotas, que son suministradas por cazadores furtivos. Hay testimonios de la existencia de un comercio nacional e internacional de psitácidas con base en Isla de Margarita, pero éstos han sido difíciles de autentificar. Paradójicamente, el carente desarrollo económico en la Península de Macanao, que ha resultado en una relativa abundancia también de otras especies nativas y ecosistemas, ha contribuido a que florezca esta amenaza permanente hacía las psitácidas.
¿Qué se ha hecho para mejorar la situación?
Durante la intervención del Programa se ha cuadriplicado el número de ejemplares del oeste de la Isla de Margarita, pasando de 750 a 1900 ejemplares. Se inició la implementación de un sistema de información geográfica para el área de estudio (incluyendo tanto otras especies como otros aspectos biológicos y ecológicos). En los últimos 3 años se ha implementado una innovadora técnica de participación y conservación, donde jóvenes de la localidad son formalmente entrenados para actuar como parabiólogos y realizan 24 horas continuas de vigilancia durante los 6 meses de puestas, logrando así incorporar efectivamente un total de 153 pichones en estas ultimas 3 temporadas reproductivas.
En este momento crucial, decidimos atacar el problema desde sus raíces, en vez de combatir los síntomas. Ya que el problema de la caza furtiva tiene orígenes tanto culturales como macro- y micro-económicas (y como consideramos que las soluciones de carácter económico estaban fuera de nuestro alcance), decidimos centrar nuestros esfuerzos en la educación. El objetivo fundamental de cualquier estrategia de educación medioambiental debe consistir en cambiar la actitud de la población local y sus percepciones y comportamientos en relación con el tema de la conservación. Se han creado 18 brigadas escolares sumando aproximadamente 400 niños que son voceros del mensaje de conservación y mantienen viveros escolares de restauración ecológica de los bosques secos como hábitat de las cotorras.
Hoy en día, según revelan nuestros censos anuales, estimamos una población actual de alrededor de 1.900 ejemplares (J. M. Briceño-Linares, datos no publicados). 153 pichones han sido incorporados a la vida silvestre a través de un programa de observación y seguimiento in-situ (en el propio hábitat de la cotorra margariteña).